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domingo, 27 de abril de 2014

"Igualdad en el siglo XXI". ¿Es la educación la clave?

Hoy en día, en pleno siglo XXI, se habla de haber alcanzado la igualdad de género (en la cultura occidental, claro). Ahora somos todos iguales, con los mismos derechos y deberes y las mismas oportunidades. Se ha logrado la incorporación de la mujer al mundo laboral, la mujer puede ejercer derecho a voto e incluso puede tener una propia cuenta bancaria, cosa que hasta hace no mucho tiempo era impensable. 
Estos hechos constituyen un avance importante, pero no significan igualdad. La pregunta sería entonces, ¿somos realmente iguales hombres y mujeres?
La opinión de la que escribe esto es un rotundo NO. Quizás hayamos conseguido igualdad en ciertos aspectos, pero esta igualdad no deja de ser una igualdad hipócrita, de cara a la galería y que hace que nos comportemos como si no hubiera ya problema. Una igualdad en derechos en el sentido más jurídico de la palabra pero a la que se le escapan muchos aspectos vitales para un correcto desarrollo personal, para mi gusto. 
Desde el minuto uno en que nacemos se nos educa de forma distinta a hombres y mujeres. ¡Qué digo desde el minuto uno!, desde que se conoce el sexo del bebé perdemos nuestra identidad y pasamos a ser reconocidos por el sexo que el médico ha dicho que tendremos. Nuestros padres, al recibir la feliz noticia de que van a tener una niña intentan darle lo mejor posible incluso antes de que nazca y eso lo hacen preparando un magnífico dormitorio de color ROSA, multitud de prendas de ropa que no se diferencian mucho del color del dormitorio y juguetes con forma de MUÑECA. Además, seguro que la madre se llevará una alegría doble si el sexo del bebé es femenino en lugar de masculino. Lo mismo pasa con el padre si el sexo es masculino, ya que él se encargará de que su hijo sea un "machote", y se le pinta el cuarto de azul, ropa azul, carro azul, chupete azul y juguetes relacionados con los coches o, más probable, una pelota (azul, por supuesto). Pero nuestros padres no realizan estas prácticas con la intención de diferenciar a su hijo lo máximo posible del sexo opuesto ni mucho menos, lo hacen porque creen que es lo mejor para su hijo porque sus padres también lo hicieron con ellos, y los padres de sus padres con sus padres... convirtiéndose así, al menos en nuestra cultura, la diferenciación entre hombre y mujer en una práctica de socialización. 
Cuando el niño crece, el panorama no es más esperanzador. Los padres utilizan un mayor contenido emocional cuando se dirigen a sus hijas, y no a hijos, desde los primeros años de vida. Se le regala muñecas en su cumpleaños para que la cuide, cocinitas de juguetes, disfraces de princesa... y mientras tanto esa niña aprende que la mujeres es la que cuida de los hijos porque tiene una muñeca que cuidar, es la que cocina y a lo máximo que puede aspirar en la vida es a ser una princesa, casada con un príncipe azul, rubio con ojos celestes. Esto lo aprenden las niñas, pero también los niños que las ven jugar y mientras ellos han recibido por su cumpleaños un balón de fútbol, un coche teledirigido o una pistola de juguete. Y no solo eso. Si un niño coge una muñeca de su hermana o de una amiga y empieza a jugar, más que probable será que uno de sus padres, seguramente el hombre, le diga algo parecido a "Niño, suelta la muñeca que eso es de niñas" y si no le dice nada, esa noche el padre no dormirá tranquilo porque estará preocupado porque tiene una prueba irrefutable de que su hijo es "mariquita".
Y ya ni hablemos de la llegada a la adolescencia, en la que ya son los propios niños los que discriminan cuánto de hombre es un niño en función de cuánto le gusta el fútbol, o cuánto de mujer es una chica dependiendo de lo bien vestida y maquillada que vaya.
Y esas prácticas de socialización no son las únicas encargadas de transmitir estas ideas. Continuamente estamos bombardeados con miles de ideas sexistas, bombardeo en el que la publicidad es una de las armas principales. ¿Cuántos son los anuncios publicitarios de productos de limpieza en el que aparezca un hombre? y que dicho hombre no esté sentado en el sillón leyendo un periódico mientras la mujer pelea contra la suciedad de la cocina. ¿O cuántos los anuncios de aseguradoras de coche en los que la mujer tenga alguna otra función que no sea la de recordar a su marido la renovación del seguro?

2 comentarios:

  1. Como tu dices, hemos avanzado en algunos aspectos pero aún queda mucho por avanzar en la igualdad de género, será un camino duro y largo en el que tenemos que luchar todos, hombres y mujeres, por conseguir esa igualdad en esta sociedad.

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  2. ¡Que gran verdad! Cuanto daño nos hacen nuestros propios.prejuicios y expectativas sobre lo que es ser hombres y mujeres "propiamente dichos". Comenzamos a clasificar a las personas por los roles que se supone que deben realizar desde la cuna. Y lo peor es que la sociedad está plagada de mensajes implícitos que remarcan las diferencias de género. Como bien dices, muchos anuncios que observamos en nuestro día a día son un claro ejemplo de la normalidad con la que se enmarcan tantas diferencias, y luego salimos alardeando de la igualdad. Este es un trabajo que comienza desde niños, y donde los padres son grandes responsables. Buena reflexión.

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